11 de enero de 2023

La realidad de las fincas cafeteras urbanas en Medellín

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El arraigo cultural de Medellín con la tradición cafetera ha sido un elemento muy significativo para la ciudad y sus habitantes durante muchos años; sin embargo, la expansión urbana generada por el crecimiento poblacional ha transformado antiguas fincas en nuevos edificios.

Con el paso del tiempo, muchas personas han dejado atrás sus cultivos para perseguir el progreso, a veces utópico, que ofrece la ciudad. En contraste, algunas fincas cafeteras se resisten a esta transición y continúan trabajando por mantener en las cercanías de Medellín el olor a mucílago, pulpa y café tostado.

Hoy en día, la ciudad cuenta con alrededor de 400 familias caficultoras, en su mayoría pequeños caficultores, pero muchos de ellos ven la necesidad de obtener empleos alternativos. Para conocer la realidad de las fincas urbanas en esta zona de Colombia, hablé con Rosa Eusse y José David Posada, dos productores de café. Continúa leyendo y conoce lo que me contaron. 

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Finca cafetera en Medellín

El contexto de la ciudad

El Plan de Ordenamiento Territorial (POT) es un instrumento que orienta y administra el desarrollo físico de los territorios y el uso del suelo en Colombia. Aunque últimamente Medellín no crece a sus anchas sino hacia arriba, con grandes construcciones, este modo de administración territorial determina si un área se considera urbana o rural.

Las obligaciones tributarias no son ajenas al paisaje retador de la caficultura ya que la administración y el uso del suelo cuestan y aunque es un alivio para quienes figuran como áreas rurales, es una cuerda floja para quienes figuran como área urbana.

“Al ver que a pesar de todas las complejidades de la caficultura tradicional el café de todos modos no estaba siendo rentable, decidimos adentrarnos en el mundo del café especial; sin embargo, nuestros impuestos son aproximadamente 70 veces más altos por estar dentro de la ciudad”, dice José Posada, dueño de la finca Capilla del Rosario en el barrio Belén de Medellín.

Además, las brechas de la legalidad son retadoras para muchas fincas por las diferentes problemáticas sociales que ha sufrido Medellín en décadas pasadas, como la violencia, el narcotráfico, el microtráfico y las invasiones, y las labores campesinas disminuyen cada vez más con los fenómenos de la globalización y la innovación de los que Medellín es un vivo ejemplo.

Por otra parte, al hablar de mano de obra es importante reconocer que si la reducción de los colaboradores en los pueblos ya es una de las causas principales del aumento en los costos de producción de café y otras actividades agrícolas o pecuarias, la realidad se hace mucho más compleja en la ciudad porque las labores manuales agrícolas compiten directamente con las grandes industrias y con trabajos más formalizados que los que puede ofrecer la caficultura, debido a la migración constante que viven los recolectores.

Asimismo, la mano de obra en el café no solamente se refiere a la recolección. Otras labores como el ahoyado, la siembra, los plateos y las limpias, las podas y la fertilización también requieren de una mano de obra cada vez más agotada y difícil de encontrar. Ahí, justamente, está otro de los grandes desafíos para los productores, aún más evidente al estar ubicados en área urbanas. 

Productores de café

Diversificación y trabajo colaborativo 

“Cuando entramos a trabajar en el barrio La Sierra, hace unos 35 años, uno de los tratos que hicimos con uno de nuestros vecinos fue trabajar muy de la mano y entonces así es como conseguimos hacer los trabajos en la finca”, dice Rosa Eusse sobre la manera colaborativa en la que se desarrolla la caficultura en su comunidad y en su finca La Increíble.

Las actividades colaborativas son importantes a la hora de conseguir la mano de obra para el desarrollo de la caficultura y, además, ayudan a reducir los costos y a ser financieramente más sostenibles a cambio de colaborar en otras unidades productivas durante las jornadas en las que las actividades de las fincas propias ya se han llevado a cabo.

En un escenario en el que continuamente aumentan los costos productivos y la mano de obra es cada vez más escasa, las actividades alternativas asociadas a la caficultura, como el turismo y los cultivos asociados como las hortalizas, flores y frutas, pueden marcar la diferencia para la permanencia de las fincas cafeteras urbanas.  

Por ejemplo, José David explica cómo ha sido su diversificación: “al pagar más impuestos empezamos a trazar diferentes rutas: educación, turismo y especialidad. Empezamos con especialidad porque es la labor que más se demora teniendo en cuenta el tiempo que tardan los árboles en desarrollarse”. 

Posteriormente, continúo con la educación y creó relaciones con diferentes universidades e institutos para aprovechar su locación y educar a las personas en cuanto a consumo, producción y en todo la cadena de suministros. Por último, inició el trabajo en turismo. Según explica, esta área brinda “una posibilidad bastante grande porque se puede vender el café tostado directamente en la finca y aprovechar el mercadeo mundial que ha hecho Colombia con respecto al café”. 

Turismo cafetero en Medellín

¿Cómo mantener la producción cafetera en la ciudad?

La educación frente al consumo de café comunica el valor de la caficultura y promueve la identidad cultural de Medellín. Cuando se transmite a la población más joven, promueve la continuidad de una tradición cafetera que se apoya en las nuevas herramientas tecnológicas para acercar a la población urbana con el campo.

Rosa dice que “la situación del campo se dificulta porque realmente no hay quienes quieran trabajar en él hoy en día. Por eso, en nuestro proyecto trabajamos con el colegio, motivando a los jóvenes para que sean ellos quienes en un futuro ayuden al campo y esto sea un beneficio mutuo”. Explotar esta cercanía territorial es una oportunidad que pocas fincas cafeteras tienen en los países productores, que suelen estar alejadas y ser de difícil acceso

En ese sentido, las fincas cafeteras urbanas de Medellín están al alcance de los ciudadanos y de los miles de turistas que año a año visitan la ciudad. De esta forma, generar cercanía e interacción entre estas 400 familias caficultoras y los consumidores se vuelve una realidad. 

A su vez, la educación en consumo y producción de cafés diferenciados influye a la hora de involucrar a jóvenes emprendedores que ven en el café una forma de sustento. Además, desde los colegios y programas técnicos de la ciudad se promueve el consumo de más productos locales y de un comercio mucho más directo, que aumente la rentabilidad y reconozca al productor y su trabajo.

Como dice Rosa, “es importante mostrar a los jóvenes del barrio lo que hacemos en nuestra finca, transmitir el conocimiento para generar interés en ellos y mostrarles que hay posibilidades de salir adelante por medio del café” y sin alejarse, necesariamente, de los cascos urbanos, una preocupación latente para las nuevas generaciones. 

Finca cafetera urbana

Es importante reconocer que las fincas urbanas en Medellín no son únicamente un espacio para el establecimiento de cultivos o espacios de dispersión, también son corredores biológicos que permiten la conservación de especies silvestres presentes en el territorio, de árboles nativos y ecosistemas.

La caficultura urbana en Medellín es un ejercicio de resiliencia que demuestra que la caficultura, más allá de su necesidad de adaptación, logra transformar por medio de su laboriosidad, esfuerzo, pasión, empuje, solidaridad y ánimo de ayudar a otros.

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Créditos de las fotos: Capilla del Rosario, José Hernández.

PDG Español

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