2 de enero de 2023

Jóvenes emprendedores en café de especialidad: retos y oportunidades

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A menudo oímos que el campo, especialmente en los países de Latinoamérica, sufre una numerosa migración de agricultores y que el relevo generacional en las zonas rurales no está garantizado. 

La sospecha se convierte en temor con el paso de los años y en distintos sectores productivos. Por fortuna, también es creciente el interés que jóvenes profesionales de distintos oficios encuentran en el campo y que deciden trabajar los cultivos.

En el caso de la producción de café de especialidad, los jóvenes se ven atraídos por varias razones, por ejemplo, conservar una tradición familiar de varias generaciones o entrar en una industria fascinante que día a día muestra un universo de posibilidades en toda su cadena de valor. 

Hablé con tres jóvenes emprendedores de distintos países de la región sobre los retos que enfrentan, las oportunidades que ven en el sector y sobre qué los hace seguir firmes en el propósito de extender la cultura cafetera. Continúa leyendo y descubre qué me dijeron. 

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Joven caficultor en finca

El panorama general

Habitualmente, los jóvenes suelen dar las mismas razones al explicar la migración hacia las grandes ciudades y la búsqueda de oportunidades en sectores diferentes al agrícola: la falta de créditos, el bajo pago por las cosechas, la escasa capacitación, la deficiente infraestructura, las dificultades logísticas, entre otros factores. 

Esta situación contrasta con datos que se pueden recoger sobre la actividad cafetera en países como Ecuador, Colombia o El Salvador. En el caso ecuatoriano, por ejemplo, la actividad cafetera cubre casi la totalidad de su extensión territorial. De las 24 provincias que conforman la administración política del país, en 23 de ellas se dedican al cultivo de grano pero solo un cuarto de las regiones es fuerte en variedades especiales y procesos complejos. 

Colombia cuenta, según los cálculos de la Federación Nacional de Cafeteros (FNC), con no menos de 540 000 familias caficultoras, mientras que en El Salvador son alrededor de 24 000 los productores dedicados al café y en Ecuador son unos 75 000. Esa cantidad de hombres, mujeres y jóvenes dedicados al café podrían dar la idea de un futuro asegurado para la continuidad generacional pero las cosas no están tan bien.

La preocupación por el éxodo de los jóvenes de la ruralidad a la ciudad es palpable y no deja de inquietar. Así lo nota Gabriela Correa, comercializadora, productora y creadora de Café la Llama en Guayaquil, Ecuador. 

En su opinión, “una de las amenazas y desventajas en el mundo del café es que ya no hay jóvenes productores y los pocos que quedan quieren migrar a la ciudad porque no se sienten 100 % retribuidos en lo que en algún momento, sobre todo en Ecuador, fue la economía del café”.

El necesario y anhelado relevo generacional es un gran reto en el país porque la edad promedio de un productor ronda los 60 años. A eso se suma que la moneda oficial de Ecuador sea el dólar estadounidense y que la dependencia de la economía a esa divisa encarece los costos de producción, sobre todo ahora en un contexto de revaluación de esa moneda que está golpeando severamente a los agricultores en la compra de fertilizantes, equipamiento y logística. 

Colombia, por su parte, muestra un comportamiento similar en el rango de edad de los productores. De acuerdo a la Encuesta Nacional de Caracterización Socioeconómica y Ambiental de los Hogares Cafeteros (Enhc-2018) realizada por la FNC, el promedio de edad de los caficultores ronda los 52 años y de la muestra demográfica, solo el 43,2 % de los productores declaró  “vincular cotidianamente a sus hijos en el aprendizaje del cultivo”.

Finca cafetera

Los jóvenes que deciden apostar por el café

En paralelo a esa realidad, poco a poco ha surgido un interés en algunos jóvenes que, a pesar de las evidentes dificultades, ven en la industria cafetera un oportunidad laboral y de vida por la que están dispuestos a trabajar duro. 

Uno de ellos es Sebastián Chacué, productor y comercializador de Chacué Coffee, en el departamento del Huila, Colombia. Desde su adolescencia se interesó por el agro y hoy, a sus 27 años, ya cuenta con al menos 15 años de experiencia y seis de ellos dedicados específicamente al café de especialidad.

Él recuerda que fue su madre la que lo impulsó a tomar este camino y gracias a ella empezó a estudiar. Después de años de esfuerzo, ahora tiene la capacidad de liderar los eslabones de toda la cadena de valor de su marca y llegar con su producción hasta Reino Unido y España.

Por su parte, Gabriela Correa hace parte de la tercera generación de una familia de productores y desde 2019 entró de lleno en el sector. Antes de comenzar con su emprendimiento, Gabriela terminó un máster en la Università del Caffè en la ciudad italiana de Trieste. Ese proceso de preparación en comercio y en la cadena de valor del café la llevó a iniciar su proyecto: Café la Llama, un estudio en el que el consumidor se encuentra con una experiencia sensorial de la bebida más allá del simple consumo de una taza de café.

En el caso de Andrés Acosta, administrador de empresas, desde hace una década optó por dar continuidad al linaje de una familia caficultora cuya historia se remonta a casi un siglo y medio de labores en el departamento occidental de Ahuachapán, El Salvador.  

Adicional a su ejercicio como productor y comercializador, Andrés ha hecho varios intentos por reunir a los jóvenes productores de café de especialidad de su región en alguna modalidad de organización. Así, busca formalizar unas prácticas solidarias entre los productores para consolidar el mercado y tratar recuperar el prestigio y potencial que El Salvador representó por décadas. 

Joven emprendedor en café

Los retos que enfrentan

Andrés, desde su experiencia, explica que si los jóvenes estuvieran mejor organizados sería menos complejo exigir un plan de créditos y otros incentivos gubernamentales que hoy no existen para cumplir el objetivo de mejorar la industria y la proyección comercial hacia mercados extranjeros. 

Aunque existe un buen ambiente para compartir conocimientos y buenas prácticas agrícolas, “al final del día es sálvese quien pueda y como pueda” y se pierde de vista la importancia de la asociatividad gremial que ha funcionado por tantos años y en diferentes países productores del mundo. 

A pesar de esto, Sebastián prefiere recorrer el camino largo de consolidar un negocio propio, con lo que ha tomado de la tradición familiar, y apostarle a ser el relevo generacional que necesita la cultura cafetera, sobre todo en esa importante región, cuna de grandes caficultores. Para lograr ese objetivo ha combinado la capacitación técnica con la práctica profesional cotidiana entre sus cafetales.

Si bien para los tres entrevistados se abren opciones laborales y comerciales más allá de su ámbito familiar, ellos han optado por emprender desde su círculo más cercano. Justamente, esas herramientas pueden ser las que aporten originalidad a sus propuestas.

Asimismo, queda claro que estas nuevas formas de acercarse a la industria por parte de los jóvenes tienen un componente importante de profesionalización y educación. Así, buscan aportar con sus conocimientos y creatividad a hacer las cosas de una mejor manera y ahí puede estar la clave para superar las dificultades propias que enfrenta el sector en la actualidad. 

Por otra parte, es importante considerar que el acompañamiento de productores y profesionales expertos es fundamental para que las iniciativas y los proyectos de los jóvenes emprendedores tengan éxito ya que, en muchos casos, la falta de experiencia o de una red de contactos adecuada en el sector pueden significar múltiples dificultades. 

Café de especialidad en proceso de porducción

La ética en la producción y la comercialización

Sean millennials o centennials, la conciencia ambiental de los jóvenes empresarios del café se refleja en las prácticas que productores como Sebastián y Andrés y comercializadores como Gabriela adoptan en sus emprendimientos. La intención por reducir el impacto negativo en el medioambiente, la responsabilidad social de sus acciones como empresarios y la justicia laboral con sus equipos hacen parte de su filosofía y son el eje central de su actividad productiva y comercial.

Por ejemplo, Andrés y Sebastián coinciden en las bondades que tiene beneficiar el café con un proceso natural. De esta manera, evitan desperdiciar una mayor cantidad de agua y reducen la eliminación de residuos contaminantes, que muchas veces van a parar a fuentes hídricas. 

En el caso de Gabriela, su propuesta de empaquetar los granos en bolsas reutilizables busca generar menos residuos contaminantes y crear conciencia para que el ciclo de uso de un empaque se prolongue entre los consumidores.  

La herencia familiar, el amor por el campo y la identificación cultural con el café son valores bastante arraigados en estos tres jóvenes empresarios, y por fortuna en muchos otros, que encuentran en el agro una razón de ser para una vida más equilibrada.

Emprendedora en café de especialidad

A partir de las ideas de las nuevas generaciones la industria del café se renueva, se reinventa, se enriquece y gana cada día más seguidores; no obstante, sin apoyo e incentivos puede ser insuficiente para la continuidad de toda la cadena de valor del café. 

El mensaje de estos emprendedores es que es necesario y urgente crear programas para el fortalecimiento del campo y aunque los jóvenes tienen el futuro en sus manos, no pueden conseguirlo solos. En ese contexto, el apoyo del resto de la industria es indispensable. 

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Créditos de las fotos: Gabriela Correa, Andrés Acosta, Sebastián Chacué.

PDG Español

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