18 de julio de 2022

¿Cómo enfrentar la inseguridad alimentaria de los productores de café?

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En el mundo del café hay cosas de las que se habla muy poco. Como consumidores, muchas veces, la mirada se centra en el eslabón final de la cadena de valor, en las tiendas de especialidad de las grandes ciudades, con sus elegantes diseños, lujosas máquinas de espresso y bebidas exquisitas.

En las fincas y zonas agrícolas de donde proviene el café, la realidad es muy distinta. Ahí, los productores enfrentan diariamente retos vitales como acceder a la provisión de alimentos lo suficientemente nutritivos para mantenerse saludables junto a sus familias. En muchos países productores los caficultores sufren de malnutrición, hambruna y hambre crónica estacional, es decir, padecen de inseguridad alimentaria.  

Para conocer más sobre esta compleja problemática conversé con Marcela Pino, cofundadora de Food 4 Farmers y desde 2003 parte de proyectos de gestión de medios de vida en comunidades cafetaleras de varios países, y con Enrique Murillo, agrónomo especializado en desarrollo local y con más de 15 años de experiencia asesorando a pequeños y medianos caficultores en Honduras. Continúa leyendo para conocer qué me dijeron.

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Alimentos producidos por caficultores

Los tipos de inseguridad alimentaria 

Marcela cuenta que, en 2007, en “un estudio junto al Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT) se encontró que las familias que vendían café bajo un modelo de comercio justo estaban en mejores condiciones que las que vendían los granos mediante un sistema convencional, excepto en un tema: seguridad alimentaria. Allí se reveló que las familias caficultoras experimentaban de uno a siete meses de inseguridad alimentaria todos los años”.

A partir de su experiencia y de la maestría en agroecología y seguridad alimentaria que Marcela posee, ella clasifica esta problemática en tres tipos:

  1. El hambre crónica estacional: un fenómeno que sucede en los tiempos de poscosecha. Después de vender el café, el dinero obtenido dura, aproximadamente, tres meses. Los caficultores deben prepararse para el siguiente ciclo con gastos en semillas, insumos y mano de obra. Eso implica que se endeudan y su seguridad alimentaria entra en riesgo porque las familias comen menos veces al día, reducen sus porciones o simplemente compran comida más barata y menos nutritiva, convirtiéndose en un ciclo vicioso anual. El hambre se vuelve crónica y se repite por generaciones.
  1. Hambruna: se produce a partir de un fenómeno específico como sequías, inundaciones, tormentas, terremotos o conflictos armados. La hambruna, caracterizada por la falta de acceso a alimentos, tiene un periodo de duración específico. Puede durar uno o dos años y, una vez que la comunidad se recupera, no hay más hambruna.
  1. Transición nutricional: ocurre cuando las familias prefieren alimentos procesados con gran contenido de carbohidratos, grasa y sal, lo que provoca desnutrición o malnutrición. También, puede producir obesidad y problemas de salud.

Tanto Marcela como Enrique coinciden en que la seguridad alimentaria de los caficultores es un problema complejo que está atado a otras deficiencias como pobreza, bajos estándares educativos, violencia familiar y altos índices de depresión, en especial en países que han sufrido conflictos armados como Colombia, Nicaragua o Guatemala.

En ciertas zonas cafeteras de Centroamérica, la situación es grave. Por ejemplo, Marcela cuenta que para su tesis de maestría desarrolló una investigación sobre el tema en Nicaragua y encontró que, para 2011, las familias solo comían carne una o dos veces al año.

A esto se suma que “los niños no van a la escuela por falta de recursos, no tienen zapatos para caminar, no tienen cuadernos”. Esto impacta directamente en “la calidad de la educación y resulta siendo una causa, junto a la falta de recursos, de la inseguridad alimentaria”, dice Enrique.

Inseguridad alimentaria de productores de café

Consecuencias para la salud y baja productividad en las fincas

El efecto más evidente del hambre crónica estacional es la deficiencia de crecimiento en los niños. En ese contexto, el problema más grave es que estos niños y jóvenes malnutridos tienen problemas de aprendizaje en escuelas y colegios, por eso, cuando llegan a ser adultos sus capacidades cognitivas son limitadas y no pueden continuar estudiando una carrera universitaria ni encontrar o mantener un trabajo. 

Es decir, las consecuencias del hambre “no solo son físicas sino cognitivas y, definitivamente, tienen un impacto económico a largo plazo”, afirma Marcela.

Ya en las fincas cafeteras el impacto directo es la disminución de la productividad. “Al no tener una dieta balanceada, el productor no tiene los suficientes elementos de vitalidad en sus quehaceres diarios, tienen falta de energía y eso reduce la producción. Además, los problemas cognitivos, muchas veces, impiden que los caficultores puedan pensar en desarrollar una diversificación de cultivos en su finca que les permita gestionar una dieta más balanceada para ellos y sus familias”.

Food 4 Farmers trabaja desde 2010 en proyectos para ayudar a las comunidades cafetaleras a superar la inseguridad alimentaria en Colombia, Guatemala, Nicaragua y México. Ellos han detectado que existen comunidades de caficultores que llevan generaciones sin producir comida en sus fincas.

“El problema es que no solo se les olvidó cómo producir sus alimentos sino que no tienen conciencia del beneficio de hacerlo. Hay una pérdida de la cultura agrícola que impacta directamente en la disminución de la producción de café”.

En consecuencia, al disminuir la producción, se reducen los ingresos para comprar alimentos nutritivos y los productores llevan una dieta poco saludable que se basa principalmente en carbohidratos, grasas y sal. Enrique afirma que, por esta razón, las familias entran en un ciclo vicioso del que difícilmente logran salir.

Comunidad cafetera

Soluciones frente a la inseguridad alimentaria

La pregunta natural que surge al hablar de hambre o inseguridad alimentaria es por qué los caficultores no siembran sus propios alimentos. Enrique cuenta que sí lo hacen, en su gran mayoría; sin embargo, como mencionó Marcela, hay una pérdida de la cultura agrícola y los productores requieren educación y acompañamiento para que sus huertos familiares puedan suplir sus necesidades alimenticias de manera adecuada.

Para ambos entrevistados, sembrar algunos alimentos para el consumo familiar no basta para erradicar los problemas de inseguridad alimentaria. Ellos plantean varias soluciones integradas para enfrentar un problema que tiene diversas aristas y complejidades, como la falta de mano de obra por emigración y los impactos del calentamiento global:

  • Producción propia de alimentos para el consumo de las familias caficultoras
  • Diversificación de cultivos de la finca para la generación de nuevos ingresos, aparte del café
  • Estrategias para la adaptación o mitigación del cambio climático, como la protección de bosques y fuentes de agua.
  • Un intensivo acompañamiento, a largo plazo, en educación técnica para desarrollar cultivos complementarios, hábitos de alimentación saludable y proyectos productivos rentables.

La metodología de Food 4 Farmers, por ejemplo, se centra en empoderar a las comunidades para que ellas sean las protagonistas de las soluciones. Parten de un diagnóstico de la situación alimentaria, económica, ambiental y social de una determinada comunidad cafetera, en donde los productores son escuchados y ellos mismos “plantean soluciones viables y sostenibles según su realidad”, cuenta Marcela. 

Además, usualmente, buscan el apoyo de cooperativas cafeteras u ONG locales y forman promotores comunitarios que fortalecen, educan y empoderan permanentemente a las familias caficultoras. 

Cultivos de café

Algunos casos latinoamericanos de éxito

Marcela resalta un ejemplo de Food 4 Farmers en Chiapas, México. “En 2013, hicimos un diagnóstico de inseguridad alimentaria, en una comunidad que había perdido el 80 % de los cultivos por la roya. No tenían recursos ni humanos ni económicos para invertir en la inseguridad alimentaria; sin embargo, varios productores tenían abejas y querían desarrollarlo como negocio”. A partir de ahí, empezaron a trabajar en la generación de ingresos por medio de la apicultura y, después de mucho esfuerzo y tiempo dedicado, llegaron los resultados positivos. 

Por su parte, Enrique cuenta que en Honduras, en la zona cafetalera cerca de la ciudad de Santa Bárbara, se han desarrollado algunos programas que, pese a los vaivenes políticos, han podido mantenerse. Algunos productores vieron en la producción de aguacate Hass y en el cultivo de tilapias oportunidades para generar ingresos. “Hoy, existen productores que ya venden su producción diversificada de estos productos a nivel local y regional”.

En Nicaragua, también, Food 4 Farmers creó junto a 40 mujeres caficultoras el primer mercado orgánico de la ciudad de Jinotega. “Se les enseñó cómo especializarse en ciertos cultivos para tener producción todo el año. Lo que vimos es que después, con el paso del tiempo, las señoras bajaban a vender no solo los cultivos que nosotros promovimos sino otros productos que habían sembrado por su cuenta y eso les va generando más ingresos”, señala Marcela. 

Por todo esto, los entrevistados coinciden en que el desafío más grande es que estos proyectos requieren de una capacitación exhaustiva y un acompañamiento intenso a lo largo del tiempo; no obstante, ambos factores implican costos, por eso, la segunda parte del reto es conseguir financiamiento para ejecutarlos. 

Enrique señala que la clave está en encontrar sinergias entre los programas estatales y las iniciativas de empresas privadas relacionadas al desarrollo comunitario y a la industria del café. De esta forma, es viable darle sostenimiento a proyectos productivos que aseguren una alimentación adecuada para las familias caficultoras.

Mujeres comprando alimentos

Para finalizar, Marcela hace énfasis en que los empresarios del café especial en países no productores “no tienen información adecuada sobre la realidad de las familias caficultoras o simplemente no quieren ver un problema que tienen frente a sus ojos y que traerá consecuencias en los próximos años: cada vez será más difícil conseguir café de buena calidad o sus precios serán inaccesibles”.

Si los caficultores no logran llevar alimentos suficientes a su mesa todos los días, si no tienen fuentes alternativas de ingresos para las épocas de poscosecha, si las familias se desintegran por la migración y los productores entran a la tercera edad, es inminente el fuerte impacto que sufrirá la industria cafetera.

Es trabajo de todos mirar de manera panorámica la cadena de valor y poner el foco en el eslabón más débil y con menos poder: los productores y las zonas agrícolas de donde provienen los granos. Si no hay producción de café o no es suficiente para satisfacer la demanda, se agravará el desequilibrio y los consumidores tendrán menos opciones de disfrutar tazas de calidad a precios accesibles.

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Crédito de las fotos: Food 4 Farmers, Enrique Murillo. 

PDG Español

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